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Muy pocos de los que vieron estás imágenes están vivos.
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Mollendo es un lugar que merece resaltarse, no solo por quienes nacieron allí o por quienes tuvieron el privilegio de crecer a su amparo, sino por todos los que le visitaron, de allí que he leído mucho sobre quienes lo apreciaron como turistas y sus opiniones me hacen sentir feliz, al saber que es un lugar que dejó huella en los corazones de mucha gente que lo apreció en su momento.
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Mollendo es actualmente un balneario, que se convertirá en una ciudad industrial por muchos motivos, es el punto de encuentro de muchas culturas, aunque quienes dieron lugar a su primer desarrollo fueron los ingleses, muchos de sus descendentes actualmente viven allí o se trasladaron a la ciudad de Arequipa, otros a Lima, pero han dejado una huella honda en su historia.
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Fue el año 1950 cuando tenía yo 7 años de edad, desde que empecé a tomar nota en mi mente de lo que significaba aquel maravilloso lugar, ciertamente sus calles eran de tierra afirmada, las que periódicamente eran regadas con agua en cisternas, tierra que nosotros escarbábamos para hacer los famosos ñocos para jugar con los amigos, o donde quizá también trazábamos la troya o círculo para jugar a los boliches, de aquellos que llegaban en bolsas en barcos japoneses, o quizá para los más humildes los chochos, que crecían en arboles frondosos, en muchas de las casas mollendinas.
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En esos tiempos las veredas eran de piedras, hábilmente unidas unas a otras y las casas apenas llegaban hasta el colegio San Vicente, luego venía el Hospital El Carmen y más arriba eran establos, a mano derecha el famoso Estadio Municipal, mas allá no había ya nada, eran los inicios de las lomas mollendinas, por aquellos tiempos estaban muy verdes y adornadas por los sunchos, ambarinas y la flor del amancae, clásica de todas las Lomas de la costa peruana, lugar a donde se iba a cazar cholloncos con las tramperas, pero mayormente visitado por familias que acampaban los días domingos y feriados, allá por Tintayani y tantos lugares cantados por los poetas.
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Viajar al Valle era todo un acontecimiento, allá conocimos a los hermanos Bocardo, excelentes guitarristas, con ellos degustamos riquísima comida, alfajores, vinos y sobre todo el generoso hospedaje de su gente y el amor de sus mujeres, todo es digno de recordar.
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Pero en Mollendo eran tiempos de muelle, cuando los donques tenía febril actividad, los lanchones eran descargados por estas máquinas, que semejaban dinosaurios metálicos, y era todo un espectáculo ver a los remolcadores llegar con nuevos lanchones, jalados con sus potentes máquinas o enganchando a otros para llevar gente a bordo de los buques, que esperaban la participación de los famosos estibadores, los señores del puerto, quienes se daban el lujo de contratar galleros y estos a otros llamados puntos, etc.
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Pero Mollendo tenía otro gran movimiento, en sus ferrocarriles con pasajeros que llegaban hasta Cusco, Puno y de de allí a Bolivia, es decir tenía conexiones internacionales, también a través de caravanas de vehículos hasta Bolivia, sean con carga o simplemente vehículos diversos que eran importados por aquel país y que llegaban a Mollendo, lo cierto es que Mollendo representó el punto preciso de llegada de novedades de muchas partes del mundo, en barcos noruegos, alemanes, japoneses, ingleses y norteamericanos, y que nos daba la calidad de ser un puerto internacional, único punto de llegada para esta parte del Perú, por entonces Mollendo era catalogado como el segundo puerto del Perú, el primero siempre fue Callao.
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Este Mollendo que conocí, tenía centros educativos importantes, como el Colegio Nacional Deán Valdivia en la calle Comercio cuadra 7, dos puertas más allá de la casa familiar; luego el colegio María Auxiliadora, situado en la calle Alfonso Ugarte o los Colegios Barranco, Iquitos, Pacheco, como los más famosos de entonces, pero también existían lugares donde se impartía educación pre escolar, no existían la educación inicial.
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Conocimos de cerca a quien nosotros le decíamos Tía Elsita, claro Elsa Bejarano, quien se encargaba de dar las primeras lecciones a niños que llegaban hasta su casa, lugar donde dedicó toda su vida a educar muchos niños, que hoy todavía deben recordarla.
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Eran tiempos cuando la Sra. María Salerno de Cuba tenía una academia de Ingles, taquigrafía y mecanografía, allá en la Calle Blondell o la Sra. Bayro enseñaba música, específicamente piano, tiempo de los clubes Social o de Tiro, los más encumbrados y los famosos Marítimo, América, Nacional, Alfonso Ugarte, Inclán, como los de futbolistas que año tras año se enfrentaban en los campeonatos de fútbol y quienes se disputaban por tener los mejores jugadores, a los mismos que les ayudaban con sus estudios.
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Recuerdo iba al Marítimo o al América a tocar el piano, o a degustar un riquísimo plato de erizos en La Cabaña de Revilla o donde Choronga un riquísimo churrasco, pero también en el mercado San José podía uno servirse riquísimos potajes, comprar productos alimenticios de primera. Ese famoso mercado aun existente, tenía de todo, desde un queso helado hasta un caldo de cabeza, frutas de todo tipo, carnes, peces y menudencias para todos los gustos, riquísimos vegetales, papas, camotes y especies de todo tipo, era maravilloso ir a ese mercado, bien ordenado limpio y con artículos de primera, aun hoy puedes encontrarlos, porque esa es su característica.
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Los tiempos de playa empezaban en las postrimerías de diciembre hasta finales de Marzo, porque las clases escolares empezaban en Abril, es decir tres meses de verano bien aprovechados, la primera playa con carpas bien sean particulares o también las alquiladas por el Campa o el chino Lem, lo cierto es que toda la primera playa estaba ordenada y multicolor, la segunda playa menos poblada, apenas, pero que tenía cerca los restaurantes con excelente comida y bebidas heladas, en medio de bloques de hielo que vendían en la fábrica de hielo, tras el Mercado San José, más allá de los bares, en un alto terraplén estaba la línea férrea.
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Pero en verano también estaban dos restaurantes en pugna, uno era de Revilla, La Cabaña y el otro era El Rosedal de Tadeo Moscoso, el legendario arquero mollendino, ambos tenían orquestas, La Cabaña sea con Pepe Cantelly, Ballón o la Orq. Internacional con Málaga, Guerra, etc. y donde Tadeo Moscoso se armaban grupos diversos, pero existían los demás que se dedicaban a difundir música con las famosas radiolas, en donde con una moneda escuchabas tu canción favorita. Lo cierto es que allí se degustaban riquísimos platos, de las exquisiteces del mar o del río Tambo, con productos de todo tipo y ricos chupes, seviches o parihuelas, como también chaques o pucheros al mismo estilo arequipeño.
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En las playas siempre tenías los barquillos y los helados, que llegaban carpa por carpa y eran las delicias para los niños y también de adultos, que gustaban de aquellas golosinas. Era un acontecimiento la llegada del tren con pasajeros, que saludaban desde los coches y eran correspondidos desde las playas y el espectador de los buques petroleros que siempre anclaron allí, para encargarse de los combustibles que descargaban en la International.
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La tercera playa no era visitada, salvo por algún pescador o alguno que gustaba caminar por aquellas extensas playas, que parecían nunca terminar, a lo lejos se divisaba Mejía y mucho mas allá el Valle de Tambo, que nos parecía cercano como a una caminata, pero también estaba la piscina municipal, alimentada con agua de mar por una bomba que existía en la parte posterior de esa piscina y que era muy concurrida por lugareños y también por los que venían de Arequipa u otras ciudades del país, atraídos por las noticias que se daban sobre Mollendo y sus playas.
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Durante todo el año, los niños y adolescentes estudiábamos y los adultos trabajaban arduamente, no existía la pobreza ni los malandrines, todo en su lugar, el Cementerio en las postrimerías de la calle Puno y cerca de allí un foco rojo anunciaba a las damas del placer, al otro extremo la Quebrada de los perros, por el este las lomas y el oeste las inmensas playas con el infinito mar, no había más, por el norte el llamado Mar Rojo, mas allá Catarindo, por el sur Mejía y el Valle de Tambo.
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Mollendo vivía en medio de su trabajo y el estudio, no había para más, el deporte era muy estimado y las fiestas populares como Navidad, Año Nuevo, Carnaval, Semana Santa Fiestas Patrias y los aniversarios escolares, era todo cuanto motivaba fiesta, bailes y algarabía. El cine Teatro y el Mundial eran los fines de semana la distracción familiar o en algunas fechas los circos, que traían trapecistas, payasos y malabaristas.
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El adelanto llego poco a poco, mediante autoridades que se preocupaban no solo de Mollendo sino de toda la provincia, conocimos decenas de alcaldes, gobernadores, jueces de paz y policías honrados y también los municipales, que dejaron huellas en nuestras vidas, con personajes como Barboza, Neyra, Calienes Escalante, Carrera, Dr. Velarde, Manuel de Torres Muñoz, Librería el Faro y la familia Burgos y don Juan Bernedo taxista y carnicero y de los buenos.
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Como no recordar a don Carlitos Cuba, al chueco Olivares o al Cholo Valdivia, a Don Juan Galindo, a la Sra. Manrique o a Don Manuel Guzmán, al zambo Orams, al gato Najarro, a personajes que jamás uno olvida, por eso los tengo presentes en este resumen apretado, de lo que fueron aquellos años cincuenta, sesenta, en que Mollendo entregó la posta a Matarani, que inició su construcción allá por 1914 y demoró cincuenta años en asumir su rol que hasta ahora lo detenta. Recordar al Mariquita, al Sua y a la legendaria Gaviota, las historias del venerado Degolladito y tantas otras leyendas mollendinas.
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Lo dejo ahí, porque de Mollendo hay mucho que escribir y hablar y de eso se encargan los historiadores, yo un simple ciudadano que solo rememora lo que pasó en su niñez y adolescencia, los mejores años de mi vida en Mollendo, que jamás olvidaré y que solo recordamos los que ya peinamos canas y en verdad amamos la provincia.
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